Portada del podcast con Eduardo Estévez y Carlos González y Francesco Casarella

Invertir con sentido, asociarse con estrategia: claves para un ecosistema empresarial resiliente 

Los autores de Carteras de inversión para Dummies alertan de que el ahorro inmóvil pierde un 20 por ciento de poder adquisitivo en diez años, mientras Eduardo Estévez reivindica el peso democrático del asociacionismo empresarial

«Ahorrar sin plan es perder dinero» y «las asociaciones pueden cambiar el mundo»: dos miradas que reclaman mayor cultura económica

Invertir con sentido, asociarse con estrategia: claves para un ecosistema empresarial resiliente. Éste podría ser el resumen grueso del cuarto episodio de la quinta temporada de Compromiso Iberaval, que protagonizan Carlos González y Francesco Casarella por un lado, y Eduardo Estévez, por otro. Pero no, tiene muchas cosas que escuchar. Y de las que aprender.

Carlos González, responsable de Investing.com en España, y el analista financiero Francesco Casarella coinciden en un diagnóstico que conviene no ignorar: en España persiste una débil educación financiera que lleva a miles de familias a tomar decisiones intuitivas y, en demasiadas ocasiones, poco eficientes.

PÉRDIDA DE PODER ADQUISITIVO 

En su obra Carteras de inversión para Dummies, ambos expertos subrayan que ahorrar sin un plan resulta insuficiente, además de claramente perjudicial. Casarella aporta el dato clave: con una inflación del 2 por ciento, quien deja su dinero inmovilizado pierde en diez años un 20 por ciento de su poder adquisitivo. 

Ese deterioro silencioso del ahorro se acentúa cuando la única referencia financiera es el ladrillo, un patrón muy arraigado en generaciones pasadas. «Cuando no se explica cómo funciona la Bolsa, la gente cree que invertir es apostar», resume González, para quien la falta de pedagogía sobre los mercados ha fomentado decisiones cortoplacistas y una tendencia a la inacción incluso ante escenarios inflacionistas. 

EL AHORRO COMO PILAR

Los autores recomiendan un principio que consideran irrenunciable: destinar entre un 10 y un 30 por ciento del sueldo al ahorro invertido, porque el tiempo pesa más que la cantidad. Y advierten de los tres errores más habituales: no tener estrategia, dejarse llevar por emociones extremas -miedo o euforia- y asumir costes elevados que merman la rentabilidad. 

Los autores de "Carteras de inversión para dummies"

La diversificación ocupa un lugar central en su enfoque. González y Casarella defienden carteras que combinen renta fija, renta variable, oro y liquidez, siempre adaptadas al perfil de cada inversor. Entre los modelos más eficaces para principiantes señalan la «cartera permanente», que reparte en cuatro bloques iguales del 25 por ciento y ofrece estabilidad incluso en ciclos adversos. 

Otro elemento de alerta es el auge del trading especulativo, impulsado por redes sociales y dirigido en muchos casos a jóvenes sin formación financiera. Los autores recuerdan que entre el 74 y el 85 por ciento de quienes realizan este tipo de operaciones pierde dinero, una cifra que debería frenar expectativas irreales y promover una visión más prudente de la inversión. 

ELEGIR BIEN

Frente a ese riesgo, recomiendan limitar la especulación a una fracción muy pequeña del patrimonio y concentrar la mayor parte en estrategias a largo plazo. También ponen el foco en la elección del bróker: regulación sólida, transparencia fiscal, comisiones ajustadas y atención al cliente accesible. 

«Pagar un poco más por seguridad siempre es mejor que lamentarlo cuando ya es tarde», afirma González, convencido de que la confianza en el intermediario financiero es tan importante como la propia estrategia de inversión. 

Desde la óptica de Iberaval, estas reflexiones conectan directamente con la necesidad de acompañar a autónomos, particulares y pymes en decisiones financieras más estables, especialmente en un escenario de tipos de interés cambiantes y presiones inflacionistas. 

La divulgación rigurosa, insisten, es parte del fortalecimiento del tejido económico.

ASOCIACIONISMO = INFLUENCIA

En paralelo al debate sobre el ahorro, Eduardo Estévez, director de Empresa Familiar de Castilla y León, reivindica el valor del asociacionismo empresarial como pilar de fortaleza democrática. Su libro El asociacionismo empresarial, ¿el quinto poder? publicado en Aranzadi La Ley, refleja más de 25 años de trabajo junto al tejido empresarial castellano y leonés y defiende que estas entidades pueden convertirse en actores influyentes si operan con libertad, profesionalización y autonomía financiera. 

Eduardo Estévez, autor del libro sobre asociacionismo

La asociación Empresa Familiar de Castilla y León, que reúne a cerca de 190 compañías, se sostiene únicamente con las cuotas de sus miembros. Para Estévez, esa independencia garantiza una interlocución sin condicionantes ante administraciones, medios y sociedad, reforzando su credibilidad en la defensa del colectivo empresarial. 

La obra ofrece una guía práctica con propuestas para modernizar la gobernanza, ordenar estructuras internas y mejorar la comunicación, tanto hacia los asociados como hacia agentes externos. Incorpora además un enfoque decidido hacia la digitalización, desde el uso de CRMs sectoriales hasta el desarrollo de aplicaciones móviles -ámbito en el que la organización ha sido pionera en España-. 

COMPONENTE ÉTICO

El componente ético ocupa un lugar central en su planteamiento. Estévez sostiene que una asociación debe servir al interés colectivo y evitar agendas personales que puedan erosionar su cohesión. 

La generosidad, afirma, es un principio operativo que permite mantener la unidad y evitar conflictos internos que lastren la misión común. Para el autor, las asociaciones bien gestionadas no solo ofrecen servicios o formación, sino que pueden convertirse en referentes de opinión capaces de influir en debates económicos y sociales. 

«Hoy las asociaciones tienen más capacidad de influencia que hace dos décadas», afirma, convencido de que la empresa familiar juega un papel decisivo en el bienestar económico y social del país.
Las dos obras convergen en un mensaje estructural: la economía necesita ciudadanos más informados, organizaciones más fuertes y una estrategia colectiva que permita afrontar los desafíos estructurales del futuro. 

Tanto la planificación del ahorro como la profesionalización del asociacionismo refuerzan un mismo objetivo: construir un ecosistema económico más sólido, preparado y comprometido con el progreso.

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